GRISÁLIDA

GRISÁLIDA - Social

sábado, 6 de octubre de 2007

Las cenizas del odio




Ha sido altamente comentada la noticia de la reiterada quema de fotografías del Rey por parte de antimonárquicos, a veces con el rostro oculto, principalmente en Cataluña. En los últimos días, no se han limitado al sistema empleado por la Inquisición para castigar a los herejes, sino que han ampliado su repertorio de 'ejecuciones', con la horca.
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Como es sabido, una de las principales habilidades que nos diferencia del resto de seres vivos es nuestra capacidad de comunicarnos. Cuando el hombre comenzó a utilizar sistemas de comunicación lingüística más sofisticados, desarrolló también el uso de los signos y símbolos. En la actualidad, esta forma de expresarnos, lejos de perder vigencia en las sociedades modernas, ha encontrado un amplio espacio de crecimiento en la era de la imagen y del minimalismo conceptual, y se ha revalorizado, gracias, en gran medida, a la tan denostada globalización.


"La ceguera que provoca
el apasionamiento ideológico
hace que muchos republicanos
interpreten caprichosamente
la quema de fotos del Rey
como una simple crítica a la
monarquía"



La fotografía es un símbolo. Habla de algo más complejo que el propio objeto inanimado en cuestión. No se trata de un simple papel con una imagen impresa. Tampoco está vacía de contenido la acción que se ha realizado con ella; la dificultad radica, en todo caso, en interpretarla. Por definición, los signos y los símbolos llevan implícito un significado por convenio social o cultural. Un beso, un guiño, una palmada, el pulgar hacia arriba, el pulgar hacia abajo, el pulgar recorriendo la garganta de un lado a otro, el puño cerrado en alto, las palmas de las manos juntas, la cruz, la media luna, la cruz de David, una alianza, los galones, la foto del Ché en la camiseta, una bandera, un escudo, un ramo de rosas rojas..., son signos y símbolos que normalmente llena de sentido el emisor e interpreta el receptor según los usos y costumbres. En la medida en la que son modos de expresión de ideas, convicciones, creencias, sentimientos o emociones, debe aplicárseles el mismo criterio de análisis que a la comunicación lingüística, respetándose en todo momento la libertad de expresión y con sus mismos límites.

Dice en su blog el periodista, director del diario Público y republicano confeso, Ignacio Escolar:
"[...] Nada perjudica más a la Corona que la sobreprotección de una ley que, si de verdad dice que quemar una foto es un delito, habría que cambiarla. Lo mejor que pueden hacer los monárquicos para defender al Rey es normalizar el debate sobre su papel. En las fallas de Valencia, cada año, arde algún 'ninot' real. Y nunca ha pasado nada".

Quemar es convertir en cenizas, destruir, matar. Por tanto, si gritar la frase "¡muerte al Rey!" en acto público es delito -y lo es-, la expresión simbólica de la misma sentencia también debería serlo. Los encapuchados que queman la foto del Rey están incitando a la violencia, cuando menos. Pero no porque sea el Rey -y ese es el error en el debate que enfrenta a republicanos y monárquicos- sino porque se trata de una amenaza de muerte. Por lo que a mí respecta -y aunque entiendo el posible agravante por atacar a una institución que por ley representa a todos los españoles- sería igualmente condenable si la víctima fuese un ciudadano anónimo.

La ceguera que provoca el apasionamiento ideológico ha hecho que muchos republicanos quieran interpretar caprichosamente la conducta expuesta como una simple crítica a la monarquía -"¿por qué no se puede criticar a la Corona?", preguntan con inquina-, amparada en el derecho a la libertad de expresión. Pero a estos mismos 'adalides de las libertades' habría que preguntarles su opinión si fuera su fotografía, o la de sus hijos, la que ardiera en manos de unos encapuchados apostados en la puerta de sus casas. El sentido común me dice que se sentirían amenazados y que solicitarían protección policial, y ésta, diligentemente, trataría de llevar ante el juez a los culpables para condenarlos por coacción y amenazas. Y no, no es lo mismo la quema de ninots en las fallas de Valencia que hacerlo con la foto del Rey por parte de independentista y/o republicanos. La correcta interpretación de los símbolos precisa atender al contexto en el que se expresan. Una sencilla pregunta dejará claras las diferencias: ¿equipararíamos la quema de una caricatura de Rodríguez Zapatero en la fiesta de las fallas, a la de una foto suya en medio de una manifestación en Madrid, por parte de encapuchados que proclaman la vuelta del franquismo? Estoy seguro de que el tratamiento informativo que se le daría a ambas noticias en cualquier medio de comunicación, incluído el diario Público, sería muy distinto; y harían bien, porque, en efecto, tienen significados distintos. Los signos y símbolos, igual que las palabras, hay que 'leerlos' para saber lo que significan.

Dicho esto, confieso que no soy ningún entusiasta defensor de la monarquía. Valoro positivamente el símbolo de unidad que representó en tiempos convulsos del país, como admiro el papel de embajador que jugó el Rey durante muchos años y que casi le valió la obtención del premio Nobel de la paz en la década de los 80, pero creo que en nuestros tiempos, cualquier institución a la que solo se puede acceder por herencia en la línea de sangre, es anacrónica y choca frontalmente con nuestro modelo de Estado -y de civilización, diría yo-. Con todo, tampoco me estorba, siempre que su financiación no corra a cargo de los ciudadanos que preferirían donar ese porcentaje de sus impuestos a otros destinos -conste que pienso igual respecto a la Iglesia Católica, de la cual me considero miembro-. Abogo por la progresiva reducción de presupuesto público adjudicado a la Casa Real, pero eso no me impide condenar las manifestaciones violentas, sean quienes sean sus destinatarios. Tristemente, las cenizas de la foto de Juan Carlos I son solo fruto del odio y no un signo de oposición al modelo de monarquía parlamentaria.




9 comentarios:

Miguelo, sc dijo...

Coincido ampliamente contigo, Armando. Personalmente no me gustan nada esas formas, por más que algunos las intenten justificar. Me recuerdan a las que siempre he leído que se utilizaban en los años previos a la Guerra Civil. Son formas que van fomentando odios, recelos, desconfianzas, mutuos rechazos y desembocan en cosas más graves. Y en nuestro país ya tuvimos experiencia de ello.

No tengo especial apego ni a la monarquía ni a la república (incluso en el tema presupuestario, tengo dudas sobre cuál de los dos sistemas sale más barato, porque supongo que un Presidente de la República también tendrá que cobrar un sueldo como lo hace actualmente el Rey... y la cuestión estará en discutir la cuantía de ese sueldo y de las dietas a las que se pueda tener derecho). A lo que sí tengo apego es a un modelo de convivencia que sea válido para todos, y no sólo para algunos, en donde el respeto y la tolerancia primen por encima de todo. Y eso siempre implicará que cada uno tenga que renunciar a ciertas pretensiones. Con la transición española parecía que lo estábamos consiguiendo. Pero está visto que algunos disfrutan rompiendo el balón cuando la mayoría está tranquilamente jugando el partido.

Y algunas minorías, a los que no les basta expresar sus ideas por los cauces democráticamente establecidos, no se resignan a asumir su condición minoritaria y quieren utilizar la desestabilización del sistema como forma de lograr un eco mediático que les ayude a imponer sus propias ideas. Eso -independientemente de ideologías- es un claro síntoma de totalitarismo.

Desgraciadamente vivimos tiempos en los que se prima mucho más la lucha política y la división que la búsqueda de diálogos y consensos para el bien común... Es el caldo de cultivo adecuado para que este tipo de actuaciones se generalicen y se vayan extendiendo...

EN LOS DOS CORAZONES dijo...

Hola Armando:

Igualmente coincido plenamente con tu comentario.
Tampoco tengo una especial predilección por la monarquía, no creo demasiado en su utilidad hoy dia, pero eso no quita lo que conlleva estos signos mafiosos, de falta de respeto e incitación a la muerte , cuando ellos para sí no lo querrían.

Un abrazo Armando.

Anónimo dijo...

Gracias por ofrecernos una visión serena y meditada, al tiempo que comprometida, de un tema que, como dices, nos ha de preocupar más allá de quién sea el protagonista de la fotografía (pues éste, en concreto, tampoco es santo de mi devoción). La baja calidad del debate político y público actual impide entender precisamente que el lenguaje simbólico está jugando un papel muy importante en todos estos acontecimientos y que, independientemente de la cuestión monarquía-república, algo va mal cuando gente encapuchada convierte una quema de fotografías personales en un espectáculo mediático... y algunos representantes de los ciudadanos, pagados por nuestros bolsillos, los respaldan.

Gracias, como siempre, Armando.

Álex

Daniel Mercado dijo...

No me toca pronunciarme en torno a la monarquía española, no conozco su razón de ser con la suficiente profundidad para decir algo congruente.
Me disgusta la manera de afrontar un debate, generando caos mediante protesta callejera; la cobardía de refugiarse en lo que hace la masa, en una sociedad que tiene todos los mecanismos democráticos para canalizar una demanda hacia un debate público que reforme, o no, la constitución. El camino no es la pataleta, sino la racionalidad. Creo que hay nostálgicos de la dictadura, no precisamente entre los franquistas, que no se dan cuenta que se vive en democracia.

Talita Plum dijo...

Hola!

He llegado a tu blog porque he visto un comentario tuyo en el de mi novio...

Me gusta tu blog! y aunque aún no he podido más que echar un vistazo volveré por aquí más a menudo!

Plum

Mariluz Barrera González dijo...

Esto que comentas mi querido Armando es algo que constantemente sucede en mi país... las leyes se siguen y se interpretan a la conveniencia de algunos... se está en contra de la violencia y de infrigir las leyes... pero hacer una manifestacion en donde perjudiques durante el día completo el tráfico y destruyas autos, comercios y agredas físicamente a muchas personas está considerado como libertad de expresión y resulta que al final no los puedes meter a la cárcel por que estás yendo en contra de sus derechos a expresarse... mi pregunta es HASTA DONDE LLEGA EL LIMITE? ¿El ser humano está consciente de que ya no hay límites en sus interpretaciones? Una bandera o un escudo es un símbolo... la foto del rey con mayor razón lo es.... es una obviedad para alguien OBJETIVO... yo he caído en cuenta de que para algunos políticos es mejor la CONVENIENCIA que la OBJETIVIDAD... y es que ellos rompen las leyes a la medida de su antojo... y por eso no van a castigar a quien comete actos muy parecidos a lo que ellos hacen...

En fín... que esto me da para mucho como podrás darte cuenta.... y no quiero ocupar mas espacio.... pero confieso que esto me indigna... por que es algo que en mi país es el pan nuestro de todos los días.

Un fuerte abrazo....signo de mi gran amistad.

Raffo dijo...

Armando,
Devuelvo la visita y con mucho gusto.

Toda violencia, lo único que va a provocar es más violencia. Y esto es lo que imposibilita que la gente pueda sentarse a dialogar.

El pretexto del movimiento social (léase masa) está muy de moda, lo digo por la experiencia de mi país. lo individual se diluye y se confunde en el grupo, esto hace que la gente saque su lado oscuro y la masa se torna violenta. Muchas veces esta violencia no tiene lógica, ni control.

Lo peor de todo es que ciertos intereses usan y abusan de la masa para perseguir fines muy sectoriales. Y, a la larga todo se convierte en caos, donde manda el qeu grita más fuerte.

Anónimo dijo...

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Armando Vallejo Waigand dijo...

Como siempre, gracias a todos por dedicar tiempo a leer, pensar y escribir sus comentarios en este blog.

Miguelo: las minorías extremistas de rasgos totalitarios, como tú apuntas, tiene que ver con una preocupante falta de madurez. Sólo los inmaduros, ya sea por edad o por déficit en su crecimiento humano, patalean como niños, rompen cosas y gritan cuando quieren conseguir algo.

José: lo dicho, todos esos signos de los que hablas creo que son producto del odio y no de una sana ideología política.

Álex: coincido contigo en la «baja calidad del debate político». Es indignante el paupérrimo nivel de las discusiones entre los principales líderes. Deben pensar que ese es el nivel que los españoles entendemos, en caso contrario cambiarían de estrategia.

Daniel: ¡qué gran verdad! En efecto, creo que hay nostálgicos del franquismo también entre sus víctimas —o sus herederos—. Puede que tantos o más que entre sus defensores. Supongo que muchos tienen una visión romántica de la lucha clandestina contra la dictadura. Ocurre como con los «Rambo» del ejército, que están deseando entrar en acción, sin saber lo que es una guerra, que no tiene nada de heroica y mucho menos de romántica.

Talita Plum: gracias por la visita y espero tus comentarios con los brazos abiertos.

Mariluz: apuntas un elemento interesante. El interés de determinados políticos de que se produzcan escenas como las comentadas en la calle. Es una sencilla manera, y una forma de acortar los plazos, sobre cualquier materia que le convenga. La repercusión de gente «muy enfadada» en la calle, siempre es útil cuando conviene dar la sensación de existe una enorme demanda de la población respecto cualquier problema. Recibe también mi muestra de afecto.

Raffo: ni más ni menos; el que más grita cree llevar la razón. Lo curioso es que suele ser al contrario. Los sociólogos han definido sobradamente el comportamiento de las masas. Incluso se le suele aplicar una especie de «personalidad» propia, distinta de la de cada individuo que la conforma. La masa, piensa, cree, quiere, opina, actúa como un solo ser...y es muy peligrosa en dependiendo qué circunstancias.