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GRISÁLIDA - Social

domingo, 1 de julio de 2007

Crimen y castigo

Cuando escuché en las noticias el relato del asesinato de Sandra Palo un escalofrío me recorrió el cuerpo. Tenía 17 años y sufría deficiencia mental. Fue secuestrada, violada, atropellada y finalmente quemada hasta morir. Cuatro años después, millones de españoles lo hemos vuelto a revivir porque uno de los autores de tal atrocidad, un niño de 14 años -ahora de 18- conocido como Rafita, salía de su internamiento para pasar a un régimen de libertad vigilada.

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La España mediática se rasga las vestiduras viendo a una madre desgarrada por el dolor ponerse a las puertas del centro de menores del que saldría el causante de su inconsolable sufrimiento. La escena, la crudeza del recuerdo, la empatía con María del Mar, han provocado un reguero de opiniones que cuestionan el actual sistema penal español en relación con las condenas a menores. Frases como "debería pudrirse en la cárcel" han salido de labios de periodistas y analistas reputados. Bajo el argumento de que la rehabilitación del criminal y su reinserción en la sociedad tras la pena de privación de libertad es infrecuente e imposible de certificar a priori, justifican la petición de que se apliquen condenas idénticas a las de los adultos en crímenes de tal brutalidad. Me toca nadar contracorriente...

Con la imagen de Sandra y su madre María del Mar en la retina, se hace difícil defender otra cosa que no sea el endurecimiento de las penas también a menores, y sin embargo, deberíamos hacer el esfuerzo. Podemos tratar de ponernos por un instante en la otra orilla. Por brutal y sádica que haya sido la acción de un menor, ¿debemos dar por irrecuperable para la sociedad, en definitiva para la vida, a un niño de 14 años? Y si hay arrepentimiento sincero y una recuperación psicológica y sociológica que permita su reinserción, ¿debemos negársela? Más allá de los condicionantes familiares, ambientales y estructurales, si con esa edad la ley impide que, por ejemplo, pueda votar en unos comicios electorales, conducir, o gestionar dinero con total autonomía por no ser todavía lo suficientemente maduro y responsable de sus actos, ¿por qué habría de serlo de sus crímenes? Sucede algo parecido con homicidios perpetrados por drogadictos o alcohólicos y por enfermos psiquiátricos, que disfrutarán de importantes atenuantes en sus condenas. No porque su acción haya sido menos cruel o el daño menor, sino porque lo practicaron sin ser plenamente conscientes de lo que hacían.

Es muy probable que de estar en la piel de María del Mar escribiría de distinta forma, pero no lo estoy y por tanto, debo hacerlo desde la razón y desde la fe. Si una condena mucho más larga, o incluso la cadena perpetua devolviera la vida a Sandra no tendría la menor duda, pero por desgracia eso no va a ocurrir. Se trata de escoger entre dar a un niño una segunda oportunidad o darle un portazo a la esperanza. Si encerramos a Rafita de por vida en la cárcel quizás hagamos justicia, pero si logramos recuperarle para la sociedad, habremos dado, además, un paso hacia un mundo mejor.

"[...] aquí empieza otra historia, la de la lenta renovación de un hombre, la de su regeneración progresiva, su paso gradual de un mundo a otro y su conocimiento escalonado de una realidad totalmente ignorada [...]". Fedor Dostoiewski (Crimen y Castigo).

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Que a un menor se le prive de algunos derechos solo aptos para la mayoría de edad no creo que sea motivo suficiente para eximir de toda responsabilidad a esta persona. Creo que por muchas taras que pueda tener un muchacho de 14 años una no es la falta de humanidad, yo con catorce años era bastante consciente del bién y del mal, mal que le pese a alguno si un patrón reliogioso.

No soy partidario del "que se pudra en la cárcel", ni mucho menos, pero si me gustaría cuestionarme la ley del menor y el benevolente sistema judicial del estado, me parece permisivo y los programas de reinserción practicamente inocuos sobre todo en el tema de delitos perpetrados por sujetos con ciertas patologías, lease violaciones, pederastia, etc, pues muchos de ellos vuelven a reincidir y a veces con la seguridad de que van a hacerlo la justicia los pone en libertad como el ejemplo del segundo violador del ensanche.

Un saludo y gracias por escucharme.

Armando Vallejo Waigand dijo...

Entiendo tu argumento. Yo soy padre y me he puesto en el lugar de la familia de Sandra. Pero hago un esfuerzo por hacerlo también en el otro lado. El de una familia que no ha podido o no ha sabido educar a sus hijos en valores. De un niño que desde su nacimiento ha estado rodeado de violencia como algo natural en su vida. En efecto, a los 14 años distingue entre el bien y el mal, pero su visión del mundo está distorsionada. Seguramente nadie le obligó a cometer ese horrible acto y por eso merece castigo, pero también creo que todo en su vida le fue condicionando. Es cierto que muchos otros en circunstancias similares no acaban igual, sino en esquinas destruidos por las drogas, o simplemente como delincuentes comunes, pero desde luego, tienen muchas posibilidades de verse envueltos en un crimen perverso que cualquier niño educado en una familia y un barrio 'sanos'. No hay más que echar un vistazo al mapa sociológico de las cárceles.

No estoy en contra de una revisión de las penas de determinados delitos, todo lo contrario. Con mi reflexión sólo pretendo que cuando juzguemos lo hagamos viedno todas las caras de la tragedia, y sobre todo, mantengamos la esperanza en el ser humano, especialmente cuando de niños hablamos. Tal vez debería cambiarse el sistema penal referido a menores, pero no sólo para endurecer, sino para comprometerse más con la recuperación. Sospecho que actualmente ni siquiera los propios funcionarios encargados de ella creen de verdad en lo que hacen. Ahí comienza el problema.

Por último, estás en tu derecho de conservar el anonimato, pero siempre prefiero dirigirme a alguien 'con' nombre. De todos modos, gracias por tu comentario. Saludos.

Daniel Mercado dijo...

Qué duro el caso que pones, estos días he seguido, con cierta distancia, el caso y no consigo aclararme. En este camino tu post me ha sido de gran ayuda.
Tres breves apuntes:
Un crimen tiene que ser castigado, pronto y claramente.
Pero un crimen no puede significar anular toda posibilidad de remisión.
Considero que la desconfianza está justificada, en cuanto el sistema carcelario muchas veces no permite rehabilitación, por lo tanto, el esfuerzo debería estar dirigido a la reforma del mismo, no al ensañamiento con los que por allí han pasado. Lo contrario sería aceptar, de hecho, la pena de muerte.

Armando Vallejo Waigand dijo...

Estoy de acuerdo, Daniel. El sistema penitenciario español, y creo que prácticamente de todos los países, está obsoleto. Tal vez no haya mucho más que hacer, no soy ningún entendido, pero lo que de ningún modo podemos hacer es resignarnos al fracaso de la rehabilitación de presos. Sé que el mayor esfuerzo se está haciendo en la prevención, pero eso nos vuelve a llevar a lo que casi todos los problemas del planeta, las desigualdades. Ahí se originan muchas de las condiciones que favorecen la marginación y que suele acabar en delincuencia, directa o indirectamente.

Miguelo, sc dijo...

Es un tema delicado y peliagudo, sin duda.

Coincido con Daniel en que el actual régimen jurídico y penitenciario no está siendo muy eficaz en cuanto a la rehabilitación se refiere, a pesar de que en teoría es lo que pretende. Las estadísticas de reincidencia son abrumadoras, y en algunos casos, el descaro de la falta de arrepentimiento es tal que provoca mucha alarma social (terroristas, psicópatas...).

No entiendo cómo, del mismo modo que se han articulado mecanismos de reducción de condena para cuando se manifiestan signos de rehabilitación, no se ha establecido la posibilidad de ampliar la pena o mantener un determinado control o vigilancia en aquellos casos de evidente riesgo de reincidencia.

Y no quiero que me entiendas mal, Armando. Llego a la misma conclusión que tú desde mis planteamientos de fe. A nadie se le debería hurtar la posibilidad de enmendar un error, de rehabilitarse y de obtener perdón. Pero cuando no existe arrepentimiento, la misericordia también se debe tener con las potenciales víctimas de ese delincuente. Y, bajo mi punto de vista, también es un acto de misericordia mantener a ese individuo recluido o controlado hasta lograr "expulsar los demonios" que lleva dentro antes de reincorporarlo a la sociedad.

Armando Vallejo Waigand dijo...

Nada que objetar, Miguelo, comparto el planteamiento. No se me había ocurrido la opción de ampliar las condenas en casos en los que haya signos claros de posible reincidencia. Es interesante y podría ser útil para delitos de sangre y sexuales. Desarrollando un poco más el planteamiento, los jueces podrían establecer en sus sentencias un mínimo y un máximo de condena, en lugar del actual sistema de un sólo tiempo con las consabidas reducciones por buen comportamiento. No sé si es viable porque soy lego en la materia, pero en todo caso, me parece que es una vía que no deberían desdeñar nuestros legisladores.

Mariluz Barrera González dijo...

En este caso me preocupan muchas cosas Armando,

Primero, ¿que está pasando con nuestra sociedad que niños de 14 años y en muchos casos hasta menores están cometiendo delitos tan terribles? y me permito decir por experiencia propia en mi trabajo con adictos: actúan sin remordimientos, el problema con estos niños sociopáticos es que en el momento de la primera infancia que es cuando aprendes a distinguir entre el bien y el mal, esto no se logra y no hay remordimientos, no hay distinción entre uno y otro y es por eso que son tan peligrosos.

El problema es que son consecuencia de nuestra sociedad, y de familias en donde me atrevo a decir los padres no han sido nada buenos, no hay referentes, no hay límites, los niños y los adolescentes son los que tienen que decidir lo que es bondad y maldad, por que nadie los orienta: esa es la consecuencia de la famosa libertad tan mal entendida y de la relatividad en la que vivimos.

Otro grave problema es que los programas de readaptación en realidad no existen, no se llevan como debe de ser, entonces: solo de saber que está suelto, siento miedo e igualmente por experiencia puedo decirte que hay personas que tienen muy pocas probabilidades de cambiar; por que no cuentan con los factores protectores suficientes que lo sostengan.

En mi trabajo en la clínica hemos comprobado que es mas dificil trabajar con niños y adolescentes adictos que con adultos, tienen menos posibilidades de rehabilitación que un adulto, aunque no lo creas... por que el principal problema no es la adicción es algo mental que ya desde temprano no está bien, y es dificil que logren conciencia de enfermedad , el primer paso para la recuperación, por que además dependen en gran medida de la postura y la visión de su familia de la cual ellos son un síntoma y que en su mayoría están muy, pero muy mal.

Un abrazo fuerte.

El nuevo Post de En Voz alta es sobre las adicciones.

Armando Vallejo Waigand dijo...

Gracias por tu aportación Mariluz. En este caso tu opinión, no es sólo eso, sino que nos ilustras desde tu propia experiencia y conocimientos, así que poco tengo que añadir. Imagino que muchas veces en tu profesión como psicóloga -así te lo he leído alguna vez- te encuentras con casos tan difíciles que casi te ves impotente deseando ayudar sin encontrar la manera.

Un abrazo para ti.

P.D.: He visto tu post pero aún no he podido leerlo. Voy a ello que qiene buena pinta.

Anónimo dijo...

a mi también me dio escalofrios al leer tu post sobre el asesinato de Sandra Palo. creo que para la solucion de este problema con Rafita, vale la pena la definción de lo que es justicia: "ojo por ojo diente por diente" lo justo sería que él pase toda su vida en la cárcel. pero nos olvidamos que una forma de hacer justicia también es perdonar "la mejor manera de vengarse es perdonando". la reeintegración a la sociedad de este asocial, sería como tú dices un paso no solo a un mundo mejor sino también al perdón.
Saludos fraternales para vos

Sakura dijo...

Primera vez que entro a tu blog y me parece interesante los temas que tocas, felicidades!

Sobre el post, debo coincidir con Mariluz, el problema mayor es saber si efectivamente esta persona, menor de edad y con una conciencia nula para diferenciar el bien del mal, se rehabilite y pueda ser reinsertado a la sociedad. Me pregunto si su reclusión pudo haber sido suficiente para crear esta conciencia, considerando que el ambiente fue un ambiente hostil como es una penitenciaría, y así pueda tener una oportunidad... díficil de saber... lo peor es que sólo se sabrá una vez que vuelva a reincidir.

Saludos

Armando Vallejo Waigand dijo...

Columba: imagino que a algunos de quienes hayan leído el post les habrá escandalizado mi opinión, a pesar de explicarla, porque la sensibilidad en este asunto está a flor de piel. No era mi intención. Sólo pretendo leer los acontecimientos desde todas las perspectivas. Gracias.

Sakura: gracias por tu visita y las felicitaciones. Es verdad. Es inquietante desconocer el grado de arrepentimiento y rehabilitación de una persona que en algún momento de su vida fue capaz de actuar así. Pero ¿qué podemos hacer? ¿Encerrarlo para siempre, por si acaso...? Como dices, es terrible, pero sólo lo averiguaremos una vez que esté libre. Lo único que pueden hacer las autoridades es minimizar el posible error, haciendo un seguimiento a lo largo un prolongado período de tiempo.

EN LOS DOS CORAZONES dijo...

HOla Armando:
Es muy dificil saber si puede haber un final feliz para ese "infeliz", pero está claro que debemos intentar ayudarlo y no terminar de destruirlo. Posiblemente debido a todas las circustancias de su vida, a ese mal conocimiento del bien y del mal, esto no sea posible por regla general, pero el estado debe poner leyes y procedimientos acompañados de un sigiloso seguimiento, con el fin de tratar por todos los medios de reinsertar a esa persona, en estos momentos no digna de compasión, pero que como cristianos, tenemos el deber de saber perdonar y ayudar, y no por ello,dejar de dar todo nuestro amor hacia esa familia que ha sufrido las consecuencias nefastas de éste.¿Fácil? nó. ¿Posible? sí.

Un Abrazo Armando

Armando Vallejo Waigand dijo...

Perfectamente expresada la postura cristiana, José. Y como en tantas otras cosas, es la más difícil de mantener porque a veces nos exige actitudes que no nacen espontáneamente, como el amor por quienes son capaces de acciones tan inhumanas. Y estoy contigo en que al mismo tiempo, antes incluso, nuestra caridad debe ir dirigida a la víctima.